sábado, 18 de septiembre de 2010

Nocturna y bohemia

Violeta, vestida de un afrodisíaco negro, entró en aquel lugar, prendió un cigarrillo, se despojó de su chaqueta, y lució sus senos ante la jauría nocturna de hombres sedientos de femineidad.

Sus manos envueltas en guantes de encaje bordearon su cuerpo curvilíneo al son de la música. Con movimientos lentos, exactos, tocó su cuello y luego los hombros, de pronto sus pechos y luego sus manos envolvieron sus caderas…

Fumando, olvidando y bebiendo el olvido, Violeta, sólo existía para ella misma. Caminó y transitó por las esquinas de ese lugar a medio iluminar, se sentó de pierna encima, expeliendo humo de su boca rosa, y en un acto sorpresa su mirada maquillada divisó una figura masculina acercarse a su cuerpo infinito…
¿Qué tal, cómo te llamas? Violeta, lanzó una mirada lujuriosa, fumando de su boquilla arrojó el humo sobre el rostro de aquel tipo. Se fugó de la situación. No era el momento para conocer a un hombre. Era la noche para conocerlos a todos.

Cuando se sintió lo suficientemente ebria se acercó hacia la horda masculina, se dejó tocar, se permitió seducir por todos los hombres que allí se encontraban, ninguno en particular llamaba su atención, más bien el conjunto masculino, su aroma y su tesón la cautivaron.
En el momento en que se divorció de aquellos hombres acudió hacia el apoyo de una muralla ajena, sacudió su cuerpo ante la pared y moviendo sus manos en forma de abanico mostró todo lo que tenía a la noche, a su querida noche, a su mugrienta noche que la presentaba así; osada, patética y performista.

Cayó al suelo, tomando su cabeza, acariciando sus senos y fumando su eterna boquilla. Parecía que intimaba con ella misma; que esa noche de placer jamás acabaría…
Y que la llama de su cigarrillo, jamás se apagaría…


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