El amor en la niñez es como un resfrío que nos toma por sorpresa en medio de una estación aburrida. Suponemos un sentimiento idealizado y eterno.
Jesús, a sus doce años nunca esperó enamorarse, o por lo menos eso él creía, porque cuando necesitas, sueñas y quieres a alguien, ¿eso es amar no?
Entonces, fue a clases como cualquier día normal, lo único "anormal" era la flor que guardaba en su mochila, recogida de su propio jardín, y el ánimo amoroso con el que concurría a la escuela.
En la clase de lenguaje decidió que era el momento. Tocó la campana de esa escuela rural y él sin titubear, melosamente entregó su flor, perfectamente guardada, perfectamente olorosa, de color violeta, con hojas blancas, y acompañada de una sonrisa que comunicó un: te amo.
José, su mejor amigo y de la misma edad jamás imaginó tal desorden, tal caos ante sus ojos preadolescentes. Jamás podría amarlo, a sus pajeros doce años había tenido sueños e imaginaciones con su amigo Jesús, pero nunca pensó en tal acto de amor.
Se levantó de su pupitre y sin pensarlo, votó la amorólica flor al suelo, y con un gesto de ira sacó a Jesús de su camino y salió de la sala a ventilar sus sentimientos confusos.
Doce años, doce cumpleaños juntos, quizás doce abrazos apretados entre los mejores amigos de una niñez ahora inconclusa.
Jesús llegó a su casa, y llorando… idealizando con su amor, gritando adentro de su alma por un beso de "su José"… escribió desesperado…
Fuegos de azar, amor perdido
Yo soy quien te aventaja en cada muerte Jesús, a sus doce años nunca esperó enamorarse, o por lo menos eso él creía, porque cuando necesitas, sueñas y quieres a alguien, ¿eso es amar no?
Entonces, fue a clases como cualquier día normal, lo único "anormal" era la flor que guardaba en su mochila, recogida de su propio jardín, y el ánimo amoroso con el que concurría a la escuela.
En la clase de lenguaje decidió que era el momento. Tocó la campana de esa escuela rural y él sin titubear, melosamente entregó su flor, perfectamente guardada, perfectamente olorosa, de color violeta, con hojas blancas, y acompañada de una sonrisa que comunicó un: te amo.
José, su mejor amigo y de la misma edad jamás imaginó tal desorden, tal caos ante sus ojos preadolescentes. Jamás podría amarlo, a sus pajeros doce años había tenido sueños e imaginaciones con su amigo Jesús, pero nunca pensó en tal acto de amor.
Se levantó de su pupitre y sin pensarlo, votó la amorólica flor al suelo, y con un gesto de ira sacó a Jesús de su camino y salió de la sala a ventilar sus sentimientos confusos.
Doce años, doce cumpleaños juntos, quizás doce abrazos apretados entre los mejores amigos de una niñez ahora inconclusa.
Jesús llegó a su casa, y llorando… idealizando con su amor, gritando adentro de su alma por un beso de "su José"… escribió desesperado…
Fuegos de azar, amor perdido
Porque soy espejo
Porque soy rincón, el mundo tiene esquinas
Porque abro en cada pétalo un perfume
Y tú no puedes ser sino la rosa…